En tiempos donde el calendario marca cifras y el ruido apura los días, el sabio Víctor Machaca recuerda que el verdadero tiempo se lee en el huevo, en la espuma, en el viento y que el Año Nuevo Aymara, Amazónico Chaqueño no se celebra, se siente.

AMUN / 17-06-25

En la víspera del Willkakuti —el retorno del sol y el comienzo de un nuevo ciclo para los pueblos indígenas—, el sabio aymara Víctor Machaca compartió en el programa “Dialogando con el Negro” del alcalde Iván Arias una visión íntima, espiritual y profundamente simbólica del Año Nuevo Aymara Amazónico Chaqueño. Con voz pausada y sabiduría heredada de generaciones, desgranó una cosmovisión donde cada elemento natural tiene vida, poder y mensaje.

Sentado frente al micrófono, con la serenidad de quien lleva siglos en la memoria, Machaca explicó que esta celebración no es una fiesta cualquiera. Es un ritual de vida, un retorno a la armonía con la naturaleza. “No es con Bolivia, es con la Pachamama, con el cosmos”, señaló con voz firme pero cálida, mientras evocaba prácticas que conectan a los pueblos con la tierra y el tiempo.

Uno de esos rituales es la lectura del huevo. Como si se tratara de un espejo del alma, el huevo —al ser vertido en agua— revela figuras, mensajes, presagios. Explicó que al romperlo sobre un vaso de cerveza, el líquido forma figuras que se leen como oráculos.

“Es igualito al estaño. Lo echas en agua fría y se va formando… Ahí está el mensaje”, comentó. En el mundo aymara, la lectura no se limita a libros; también se interpreta lo que emerge del huevo, del plomo fundido, de la espuma de la cerveza. El futuro se adivina en lo que vive y cambia.

Con la misma soltura, Machaca describió uno de los juegos más polémicos del Willkakuti: el de la papa y la cuchara. Una práctica que, aunque cargada de simbolismo, él prefiere evitar. “No me gusta ese juego de la papa y la cuchara”, le confesó al Alcalde.

Se refiere a una dinámica en la que, con los ojos vendados, se debe sacar con la boca una papa de un recipiente: una entera, otra semi pelada, otra completamente pelada. “Si te sale la pelada… knockout, dicen. Puede ser muerte. Mejor no jugar eso”, advirtió con una mezcla de humor y seriedad. En el juego, como en la vida, el azar puede dictar el destino.

Frente al alcalde Iván Arias, que lo escuchaba con genuino interés, para Machaca no todo es misterio ni advertencia. El sabio aymara habló también del sonido ancestral, del pututu originario —hecho de caracol marino— que utiliza en sus ceremonias. “El cuerno de toro vino con los españoles. Este caracol es de nuestros abuelos. Es curativo. Suena y limpia. Saca lo malo”. 

Y de la sanación habló también con otro de sus instrumentos: una pluma compuesta por siete aves distintas —cóndor, lechuza, pichitanka— con la que hace limpiezas espirituales. “Cada pluma tiene su fuerza. Es para sacar lo malo, para curar. Todos cargamos envidia, pesares, mal de ojo. Esto limpia el cuerpo, la cabeza, el alma”, dijo mientras mostraba cómo lo hace: girando alrededor de la persona, acariciando con la pluma, susurrando bienestar.

La conversación cerró con una reflexión sobre el cambio climático. “La gente habla del cambio climático, pero no lo palpa”, señaló. Según Machaca, incluso la ruta de los caracoles y peces del Ecuador ha cambiado. “Antes estaban allá, en aguas calientes. Ahora bajaron buscando ese calor. Las aguas se han calentado en el sur”, relató. Lo dice con la certeza de quien observa, no desde una computadora, sino desde la tierra misma, con el oído pegado al suelo.

La entrevista no fue solo un encuentro de TikTok; fue una lección viva de espiritualidad andina. Machaca no habla desde la teoría, sino desde la práctica diaria, desde el rito heredado, desde la montaña y el viento. En sus palabras hay tierra, hay sol, hay sabiduría milenaria.

El Año Nuevo Aymara Amazónico Chaqueño, entonces, no es simplemente una fecha. Es una forma de estar en el mundo. Es mirar el sol, escuchar el mar, leer el huevo, tocar el pututu y reconocer que el equilibrio no se logra con discursos, sino con respeto por la Pachamama. Es, como dice Machaca, entender con el cuerpo lo que la razón a veces no alcanza. Y quizás por eso, cuando suena el pututu, algo en el aire cambia. Algo en nosotros también.

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