Es un evento que se inserta en la rica tradición cultural del municipio paceño, en torno a la celebración del Día de los Muertos. Esta exposición reúne una variedad de expresiones rituales que, a través de altares y mesas dedicadas a los difuntos, honran la memoria de los seres queridos que ya no están. En La Paz, una ciudad profundamente influenciada por tradiciones indígenas y católicas, esta celebración es una muestra del sincretismo cultural que caracteriza la cosmovisión local sobre la muerte y el más allá. La participación de distintas naciones amplia la comprensión de cómo la muerte es celebrada y respetada en diferentes culturas. Desde las ofrendas mexicanas del Día de los Muertos, con calaveras de azúcar y flores de cempasúchil, hasta las tradiciones andinas de Bolivia, donde se cree que las almas regresan por un día para ser recibidas con alimentos que les gustaban en vida, la exposición resaltó la universalidad de esta práctica y su importancia espiritual.